“Era
la explosión fanática de ese amor cerril del antiguo montonero, (la
independencia) que anidaba en los pechos de aquellos hombres incomparables,
para los cuales no existía el cansancio; sentimiento obscuro, inconsciente tal
vez, pero firme y arraigado, porque tenía por base el principio de la
independencia que proclamó la Revolución de Mayo, y que los caudillos con sus
gauchos sustentaron con el rejón de sus chuzas de tacuara, en las horas de
zozobra y de amargas vacilaciones para los hombres dirigentes de la metrópoli…”.
(Fuente: “Montaraz”, 4/1900)
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