Don
Ambrosio Juan Althaparro fue un estanciero de ascendencia vasca que vivió entre
1875 y 1955, y desarrolló su vida de campo en la Estancia familiar “Palenque
Chico” en las vecindades de Parravicini (Ptdo. de Dolores). En 1944 publicó un libro sobre sus
“recuerdos camperos” que tituló “De mi
Pago y de mi Tiempo” basados en los 40 años transcurridos entre 1875 y 1915
en que hizo vida de estancia. Dijo
del “lazo”:
“Se usaba para trabajar y no
como adorno o complemento de un apero -como
se ha generalizado después de 1900- aunque el que lo lleve no sepa ni
armarlo. No se alzaba lazo sino en
los casos que había que hacer algún trabajo de arreo, rodeo, carneada, hierra,
cerdeada, etc.. Los peones de las estancias llevan lazo cuando tenían a su
cargo el cuidado de hacienda vacuna (…) No se iba con lazo a las carreras, al
pueblo, a la esquina, o a cumplir otras diligencias; hubiese sido ridículo, y
el que lo llevase, se expondría a burlas (…).
El lazo para el trabajo en las
estancias y más generalmente usado, era el conocido con el nombre de “chileno” que se hacía con una soga
sacada en espiral del centro de cuero vacuno;
la que debía tener un ancho alrededor de una pulgada, según el grosor
que se le quisiese dar. La soga se sobaba muy poco, y a esto se le llamaba redomonearla, (…).
Esta clase de lazos, que
solían ser un poco pesados, llevaban yapa
trenzada de cuatro, con argolla de fierro y presilla de cinco tientos;
siendo su largo más corriente, de nueve a once brazadas. Se prestaban bien para ciertos trabajos, como cadenear, manear
de tres patas, etc.
Otro muy común era el “torcido” o “torzal” hecho de dos ramales
y con las demás características parecidas al “chileno”. Se empleaba mucho para trabajar en corral chico, con
animales pesados especialmente cuando se enlazaba de a pie y era necesario embramar en los postes. (A los torcidos
cortos y muy gruesos también se les llamaba marote).
Los lazos trenzados no eran
tan fuertes como los dos citados; tenían un largo mayor, siendo la medida más
corriente la de doce a catorce brazadas
(20 a 23 mts.); por lo general más delgados, con yapa de seis tientos y
argollas de fierro, aunque se veían algunas de bronce.
El trenzado más común era el de cuatro tientos, que se trabajaban casi
sin sobar, por lo cual esta clase de lazos eran siempre más duros que los “chilenos” y se prestaban mejor para pialar. Los lazos de “seis” eran muy parecidos en su aspecto
a los de “cuatro”; pero se hacían en
mucho menor cantidad, posiblemente porque eran más difíciles de ingerir. En cuanto a los lazos “ocho” tientos, puedo asegurar no
haberlos visto nunca, ni haber oído hablar de ellos; pero respetuoso como
soy de afirmaciones ajenas, debo admitir la posibilidad de que hayan sido
usados o de que se usen todavía, pero en zonas o en épocas distintas de las en
que me tocó actuar.
En forma de sarta en la
argolla de los lazos, se solían colocar unos anillos de acero, conjunto al que
se denominaba “cascabel”, porque
producía un tintineo característico, especialmente al “pialar”. Su uso era por lo general resistido, porque importaba un alarde de habilidad en el manejo
del lazo, que siempre resultaba jactancioso y por consiguiente mal mirado. Tan
era así en algunos casos, que el padre del que esto escribe, “no tomaba como peón a quien se le
presentase llevando lazo con cascabel”, pues el detalle le hacía presumir
que en lugar de un trabajador, se
trataba de un compadrito inservible”.
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