Desde temprano que venía amenazando con
descolgarse el temporal. Ya de ayer noche andaba brava la sabandija, que si te
descuidabas el bicherío te apagaba el candil. Los matungo andaban de disparada
por el campo y los cuzcos se echaban de lomo en el fresco con las cuatro patas
para arriba.
En la mañana, en cuanto quiso aclarar
empezó a tronar y ponerse oscuro el cielo, como si la noche se hubiera
arrepentido y a querer volverse para seguir poniendo sus sombras.
Hasta que después de un relámpago que
rajó el cielo, se largó la lluvia como una cortina inmensa que puso un velo a
los montes vecinos y hasta los bultos más cercanos.
Le pegó fuerte casi hasta el medio día,
para después seguir toda la tarde en forma de llovizna tenaz y persistente. La
gente de “las casas” aprovechó para hacer la siesta, mientras en el galpón, se
repasaban las guascas, alguna costura o algún botón que no se había hecho antes
por falta de tiempo, otro en un rincón tocaba la guitarra y otros simplemente
mateaban, arrimados al portón, con el placer que nos da siempre el mirar llover
y descansar.
Aburrimiento de un día entero todo hecho
de lluvia. Tarde que nos hace poner filósofos y pensar, tal vez sí valió la
pena haber vivido hasta ahora con lo poquito que le hemos sacado a la vida, o
tal vez si no tendríamos que agradecer a Dios ésta vida sencilla, de pocos
placeres y de mucho trabajo, pero de una conciencia tranquila, de la conciencia
del hombre que sabe que ha sido útil a su familia y a su tierra.
Y seguimos mirando los charquitos que
hace la lluvia y seguimos pensando.
¡Ta, que tarde aburrida!, pa’ nosotros,
y… tarde de tortas fritas.
Raúl De Genaro (1932 - 2003)
San Miguel del
Monte, Bs. As.
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