martes, 9 de abril de 2019

EL TIGRE DEL QUEQUÉN


Mito o realidad, Robin Hood o Bandido Rural, personaje de ficción creado para el teatro y la literatura o de carne y hueso con cuentos, relatos e historias que lo defienden y enaltecen o por el contrario, historias y opiniones que repudian sus acciones.
Entre quienes opinan que el personaje existió, dicen que se llamó Felipe Pascual Pacheco, gaucho de vida errante, diestro en el uso del cuchillo que siempre llevaba en la cintura y también del rebenque, elementos con los que enfrentó muchas peleas. 
Quienes sostienen que realmente existió, afirman que había nacido en el barrio de Palermo, en Buenos Aires, en el 1828  y siendo muy niño fue abandonado por sus padres, quedando su crianza a cargo de una mujer que identifican como Gregoria Rosa. Como suele suceder, hay quienes como Martín Fierro lo catalogan como “gaucho pendenciero y mal entretenido”, mientras otros aseguran que, también como Martín Fierro, era “un perseguido de la justicia”, que sólo peleaba para defenderse de las provocaciones de quienes buscaban fama ya que no pocos lo consideraban imbatible.
Esa fama, según consideran algunos, surgió luego que siendo muy joven aún, hirió de gravedad a un reconocido “matón a sueldo” con protección política a quien se lo conocía como, “El Negro de los Olivos”, por  lo que tuvo que huir hacia la zona rural del sud oeste de la provincia de Buenos Aires.
Su fama fue creciendo entre el gauchaje, por la habilidad demostrada con el facón y el rebenque, tanto como por su fiereza y astucia, como su habilidad para esquivar o huir de la policía.  Pese a ello, Felipe Pascual Pacheco, a quien se le reconocían también muchas habilidades para las tareas rurales, en especial para la doma o amansar caballos, consiguió trabajo como peón en establecimientos rurales, formó una familia y tuvo varios hijos (seis en total), pero como suele suceder, por cuestiones no muy claras se trenzó en feroz pelea con otro paisano a quien dio muerte.
Aparece entonces otro problema en la vida de Pacheco, ya que el muerto era un protegido político y por tal razón tuvo que huir nuevamente, en este caso abandonando mujer e hijos.  La escapada de Pacheco fue ahora hacia el sur de la Provincia de Buenos Aires y se cuenta que durante un tiempo anduvo por la zona del Tuyú y tras un tiempo de andar huyendo y esquivar las autoridades se refugió en una cueva de importantes dimensiones, que encontró en las barrancas del Río Quequén Salado en proximidades de la localidad de Oriente, en el Partido de Coronel Dorrego.
Debemos destacar que el Río Quequén Salado es el límite natural del partido de Dorrego con Tres Arroyos, y ese sector ofrece a la vista del viajero bellos paisajes, incluida una cascada que se la conoce como “el salto del tigre”.
Según versiones de la época, a pesar de su situación, Pacheco logró trabajar de lo que sabía, arriero, domador y otras tareas del campo, hasta que llegó a ser un buen colaborador del Juez de Paz de Lobería, Miguel Martínez de Hoz, importante hacendado de la región, propietario de la Estancia “El Moro”.
Poco tiempo después al estallar la Guerra con el Paraguay, Martínez de Hoz, tuvo que dejar el cargo por razones políticas, lo que motivo que Pacheco vuelva a ser perseguido por sus opositores y busque refugio en la zona de Tres Arroyos donde consiguió nuevamente trabajo en la zona rural, aunque también llegó a ser asistente de los Jueces de Paz Bernardo Arancibia  y Bernardo Arriaga, quien según informes de la época, le hace saber que desde el Juzgado de Dolores lo están reclamando ya que le adjudican 14 muertes, habiendo además ordenado su captura. La partida encargada de hacerlo estaba al mando de uno de los policías más competente de aquel tiempo, Luis Aldaz, al que le reconocían todo tipo de  valores y se lo apodaba, el “Gorra Colorada”.
El funcionario policial conocedor de la zona rural donde se desempeñaba, organizó la tarea minuciosamente hasta que una tarde, cuando Pacheco abandonaba la cueva donde se refugiaba  fue detenido por la partida del “Gorra Colorada” y trasladado luego a Dolores. El juez de allí, quien lo acusaba de 14 muertes pidió información a su par de Tres Arroyos, quien le informa que Pacheco, a quien ya se lo identificaba como “el Tigre del Quequén”, era inocente.
Hay que consignar no obstante, que respecto de este personaje hay muchas versiones que responden en su mayoría a referencias que se han escuchado de personas lejos en el tiempo en el que vivió Pacheco, por lo tanto no todas son creíbles.
Como ejemplo destacamos que mientras hay quienes aseguran que Pacheco nació en el 1828, un folletín publicado en Rosario en 1820, por Hilario Abaca bajo el título “El Tigre del Quequén”, cuenta andanzas de Pacheco. De esa publicación, según señalan otros, Eduardo Gutiérrez tomó el nombre y distintas acciones atribuidas a Pacheco, para su obra “La Patria Argentina”.
No son pocos los que atribuyen a aquel folletín de Gutiérrez algunas de las andanzas del “Tigre del Quequén”, que en realidad se entremezclan con las reales. 
De allí podrían surgir también las acusaciones por sus crímenes, ya que en realidad solamente fue juzgado por una muerte y condenado por ello a 10 años de prisión.
De todos modos no es difícil suponer que durante los días que se encontraba huyendo de la policía, algunas travesuras debe haber cometido, como alzarse con un caballo, carnear algún cordero o borrego, y porque no un novillo, asaltar algún bolichero y otras fechorías por el estilo.  Se puede deducir además, que por las condiciones que en esos años se conocían las informaciones, es probable que muchas llegaran absolutamente tergiversadas o desvirtuadas y no es difícil asimismo, que acontecimientos de los que no fue el protagonista se los hayan adjudicado.
Como muestra basta tomar en cuenta que las informaciones con las que se disponen, figuran tres cuevas distintas en las que podría haberse guarecido el personaje que nos ocupa: la del “Quequén Salado”, otra frente a las playas de Necochea, conocida como “Los Ángeles”, y otra también en el mismo balneario en el sector identificado como “Pescado Castigado”.
Digamos finalmente que si bien en la primera detención logró fugarse, la segunda condena la cumplió en su totalidad y tras obtener la libertad se radicó en la Provincia de La Pampa donde murió a los  70 años.
Carlos Eduardo Reyes

(Viedma, Río Negro)

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