Mito o realidad,
Robin Hood o Bandido Rural, personaje de ficción creado para el teatro y la
literatura o de carne y hueso con cuentos, relatos e historias que lo defienden
y enaltecen o por el contrario, historias y opiniones que repudian sus
acciones.
Entre quienes
opinan que el personaje existió, dicen que se llamó Felipe Pascual Pacheco,
gaucho de vida errante, diestro en el uso del cuchillo que siempre llevaba en
la cintura y también del rebenque, elementos con los que enfrentó muchas
peleas.
Quienes
sostienen que realmente existió, afirman que había nacido en el barrio de
Palermo, en Buenos Aires, en el 1828 y
siendo muy niño fue abandonado por sus padres, quedando su crianza a cargo de
una mujer que identifican como Gregoria Rosa. Como suele suceder, hay quienes
como Martín Fierro lo catalogan como “gaucho pendenciero y mal entretenido”,
mientras otros aseguran que, también como Martín Fierro, era “un perseguido de
la justicia”, que sólo peleaba para defenderse de las provocaciones de quienes
buscaban fama ya que no pocos lo consideraban imbatible.
Esa fama, según
consideran algunos, surgió luego que siendo muy joven aún, hirió de gravedad a
un reconocido “matón a sueldo” con protección política a quien se lo conocía
como, “El Negro de los Olivos”, por lo
que tuvo que huir hacia la zona rural del sud oeste de la provincia de Buenos
Aires.
Su fama fue
creciendo entre el gauchaje, por la habilidad demostrada con el facón y el
rebenque, tanto como por su fiereza y astucia, como su habilidad para esquivar
o huir de la policía. Pese a ello,
Felipe Pascual Pacheco, a quien se le reconocían también muchas habilidades
para las tareas rurales, en especial para la doma o amansar caballos, consiguió
trabajo como peón en establecimientos rurales, formó una familia y tuvo varios
hijos (seis en total), pero como suele suceder, por cuestiones no muy claras se
trenzó en feroz pelea con otro paisano a quien dio muerte.
Aparece entonces
otro problema en la vida de Pacheco, ya que el muerto era un protegido político
y por tal razón tuvo que huir nuevamente, en este caso abandonando mujer e
hijos. La escapada de Pacheco fue ahora
hacia el sur de la Provincia de Buenos Aires y se cuenta que durante un tiempo
anduvo por la zona del Tuyú y tras un tiempo de andar huyendo y esquivar las autoridades
se refugió en una cueva de importantes dimensiones, que encontró en las
barrancas del Río Quequén Salado en proximidades de la localidad de Oriente, en
el Partido de Coronel Dorrego.
Debemos destacar
que el Río Quequén Salado es el límite natural del partido de Dorrego con Tres
Arroyos, y ese sector ofrece a la vista del viajero bellos paisajes, incluida
una cascada que se la conoce como “el salto del tigre”.
Según versiones
de la época, a pesar de su situación, Pacheco logró trabajar de lo que sabía,
arriero, domador y otras tareas del campo, hasta que llegó a ser un buen colaborador
del Juez de Paz de Lobería, Miguel Martínez de Hoz, importante hacendado de la
región, propietario de la Estancia “El Moro”.
Poco tiempo
después al estallar la Guerra con el Paraguay, Martínez de Hoz, tuvo que dejar
el cargo por razones políticas, lo que motivo que Pacheco vuelva a ser
perseguido por sus opositores y busque refugio en la zona de Tres Arroyos donde
consiguió nuevamente trabajo en la zona rural, aunque también llegó a ser
asistente de los Jueces de Paz Bernardo Arancibia y Bernardo Arriaga, quien según informes de
la época, le hace saber que desde el Juzgado de Dolores lo están reclamando ya
que le adjudican 14 muertes, habiendo además ordenado su captura. La partida
encargada de hacerlo estaba al mando de uno de los policías más competente de
aquel tiempo, Luis Aldaz, al que le reconocían todo tipo de valores y se lo apodaba, el “Gorra Colorada”.
El funcionario
policial conocedor de la zona rural donde se desempeñaba, organizó la tarea
minuciosamente hasta que una tarde, cuando Pacheco abandonaba la cueva donde se
refugiaba fue detenido por la partida
del “Gorra Colorada” y trasladado luego a Dolores. El juez de allí, quien lo
acusaba de 14 muertes pidió información a su par de Tres Arroyos, quien le informa
que Pacheco, a quien ya se lo identificaba como “el Tigre del Quequén”, era
inocente.
Hay que
consignar no obstante, que respecto de este personaje hay muchas versiones que
responden en su mayoría a referencias que se han escuchado de personas lejos en
el tiempo en el que vivió Pacheco, por lo tanto no todas son creíbles.
Como ejemplo
destacamos que mientras hay quienes aseguran que Pacheco nació en el 1828, un
folletín publicado en Rosario en 1820, por Hilario Abaca bajo el título
“El Tigre del Quequén”, cuenta andanzas de Pacheco. De esa publicación, según
señalan otros, Eduardo Gutiérrez tomó el nombre y distintas acciones atribuidas
a Pacheco, para su obra “La Patria Argentina”.
No son pocos los
que atribuyen a aquel folletín de Gutiérrez algunas de las andanzas del “Tigre
del Quequén”, que en realidad se entremezclan con las reales.
De allí podrían
surgir también las acusaciones por sus crímenes, ya que en realidad solamente
fue juzgado por una muerte y condenado por ello a 10 años de prisión.
De todos modos
no es difícil suponer que durante los días que se encontraba huyendo de la
policía, algunas travesuras debe haber cometido, como alzarse con un caballo,
carnear algún cordero o borrego, y porque no un novillo, asaltar algún
bolichero y otras fechorías por el estilo.
Se puede deducir además, que por las condiciones que en esos años se
conocían las informaciones, es probable que muchas llegaran absolutamente
tergiversadas o desvirtuadas y no es difícil asimismo, que acontecimientos de
los que no fue el protagonista se los hayan adjudicado.
Como muestra
basta tomar en cuenta que las informaciones con las que se disponen, figuran
tres cuevas distintas en las que podría haberse guarecido el personaje que nos
ocupa: la del “Quequén Salado”, otra frente a las playas de Necochea, conocida
como “Los Ángeles”, y otra también en el mismo balneario en el sector
identificado como “Pescado Castigado”.
Digamos
finalmente que si bien en la primera detención logró fugarse, la segunda
condena la cumplió en su totalidad y tras obtener la libertad se radicó en la
Provincia de La Pampa donde murió a los
70 años.
Carlos Eduardo Reyes
(Viedma, Río Negro)
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