“Su estancia instalada
en el Rincón del Salado, estaba dispuesta como algunas otras estancias de la
zona, es decir, que se había aprovechado de los accidentes del suelo para
ayudarse en la defensa contra el indio. Eran estancias-fuertes, donde el
resguardo humano hallaba asidero fuera del propio, en la misma naturaleza, en
este caso, el río Salado. El río, en ese sitio, es manso, tranquilo. Sus aguas
corren perezosamente debido al escaso declive. Es profundo y lo suficientemente
ancho como para resistir cualquier ataque foráneo. Está lleno de sinuosidades
provocadas por las conocidas características del suelo blando. Una de esas
curvaturas efectúa en ese lugar, un codo casi en ángulo recto que rodea por dos
lados, una especie de plataforma de quince hectáreas de extensión. El tercer
lado de defensa natural lo constituía el cauce del arroyo El Saladillo, que,
viniendo del oeste, desembocaba en el mismo codo antedicho de El Salado. El
mencionado arroyo no sólo es profundo, sino que corre en un verdadero tembladeral extraordinariamente peligroso. Un
puente levadizo sobre éste lo ponía en contacto con su personal resguardado por
el cerco de talas, y, al frente, el único lado de la plataforma cuadrangular,
libre y abierto a la pampa, le oponía el sistema de puestos y la bravura
legendaria de sus veteranos. En esa especie de península fluvial se estableció
definitivamente,…”
(Del libro “Don
Clemente López - Vida del abuelo de Rosas”,
de Mario Anibal López Osornio) (textual de págs.
116/117)
Nota: Don Clemente López de Osornio,
n. en Bs. As. 22/11/1720
muerto por los indios en El Rincón de
Salado 13/12/1783
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