Por Carlos Emilio Lunardi
Muchas
veces he escuchado que estos términos, camperos
y tradicionalistas, se contraponen, y asumo la responsabilidad personal de
tratar de explicar cada una de estas actividades y tratar de definirlas con sus
contactos comunes y sus apreciables diferencias.
Se
puede ser campero y también tradicionalista, o también se puede ser
solamente campero. En principio
deberíamos definir qué es lo que entendemos por campero, y podríamos decir, en una definición amplia, que es todo
aquel que realiza tareas rurales; y más específicamente, en la parte que nos
interesa en este caso, el que realiza tareas de a caballo, generalmente en
relación a la actividad pecuaria. Y ya surge una diferencia: mientras el ser campero es una profesión, el ser tradicionalista es una vocación.
Los
tradicionalistas, en muchos casos, no
están relacionados con los trabajos rurales; encontramos tradicionalistas de diferentes profesiones y de múltiples
actividades, y el punto de reunión de éstos es, en general, alguna de las
diferentes instituciones tradicionalistas, es decir que los tradicionalistas buscan agruparse institucionalmente
con sus pares. Los objetivos son múltiples pero el patrón común es la
preservación de la cultura tradicional, los usos y las costumbres. Nos vamos a
dedicar, en este caso, solo al hombre de a caballo y su entorno; y es en la forma de ensillar donde nos detendremos en
especificar las diferencias. El campero,
por lo general, es extremadamente funcional en su forma de ensillar, y es aquí
donde se nota la mayor diferencia con el tradicionalista. Es de hacer notar,
como hecho fundamental, el achique del recado en la gente que trabaja a
caballo, y el uso de materiales modernos en dicho recado, como frenos de acero
inoxidable -de gran difusión en esta época-, mandiles de “goma pluma”, matras
de materiales sintéticos tejidas a máquina, etc. En cambio, el tradicionalista debe ser extremadamente
cuidadoso en su forma de ensillar, y su recado solamente debe estar compuesto
de prendas de neto origen tradicional y de materiales genuinos; es decir, se
debe regir por las normas de los usos y costumbres de una determinada época y
lugar, y en ningún caso por moda actual alguna que desvirtúe lo auténticamente
tradicional.
Los
tradicionalistas admiran a los camperos, especialmente por su condición
de buenos jinetes, diestros en el manejo del caballo y en los trabajos de
campo, como enlazar o amansar yeguarizos; y esa admiración los lleva muchas
veces a tratar de imitarlos. Pero ¡cuidado!, una cosa es el manejo del caballo
y el aprendizaje de destrezas, y otra la imitación de modas que nada tienen que
ver con los usos y costumbres tradicionalistas en cuanto al recado y a las
prendas personales.
Me
despido con un fuerte apretón de manos a los camperos y a los tradicionalistas.
(Fuente:
Revista “El Chasque Surero” - 04/1996)
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