viernes, 26 de enero de 2018

CAMPEROS y TRADICIONALISTAS

Por Carlos Emilio Lunardi

Muchas veces he escuchado que estos términos, camperos y tradicionalistas, se contraponen, y asumo la responsabilidad personal de tratar de explicar cada una de estas actividades y tratar de definirlas con sus contactos comunes y sus apreciables diferencias.
Se puede ser campero y también tradicionalista, o también se puede ser solamente campero. En principio deberíamos definir qué es lo que entendemos por campero, y podríamos decir, en una definición amplia, que es todo aquel que realiza tareas rurales; y más específicamente, en la parte que nos interesa en este caso, el que realiza tareas de a caballo, generalmente en relación a la actividad pecuaria. Y ya surge una diferencia: mientras el ser campero es una profesión, el ser tradicionalista es una vocación.
Los tradicionalistas, en muchos casos, no están relacionados con los trabajos rurales; encontramos tradicionalistas de diferentes profesiones y de múltiples actividades, y el punto de reunión de éstos es, en general, alguna de las diferentes instituciones tradicionalistas, es decir que los tradicionalistas buscan agruparse institucionalmente con sus pares. Los objetivos son múltiples pero el patrón común es la preservación de la cultura tradicional, los usos y las costumbres. Nos vamos a dedicar, en este caso, solo al hombre de a caballo y su entorno; y es en  la forma de ensillar donde nos detendremos en especificar las diferencias. El campero, por lo general, es extremadamente funcional en su forma de ensillar, y es aquí donde se nota la mayor diferencia con el tradicionalista. Es de hacer notar, como hecho fundamental, el achique del recado en la gente que trabaja a caballo, y el uso de materiales modernos en dicho recado, como frenos de acero inoxidable -de gran difusión en esta época-, mandiles de “goma pluma”, matras de materiales sintéticos tejidas a máquina, etc. En cambio, el tradicionalista debe ser extremadamente cuidadoso en su forma de ensillar, y su recado solamente debe estar compuesto de prendas de neto origen tradicional y de materiales genuinos; es decir, se debe regir por las normas de los usos y costumbres de una determinada época y lugar, y en ningún caso por moda actual alguna que desvirtúe lo auténticamente tradicional.
Los tradicionalistas admiran a los camperos, especialmente por su condición de buenos jinetes, diestros en el manejo del caballo y en los trabajos de campo, como enlazar o amansar yeguarizos; y esa admiración los lleva muchas veces a tratar de imitarlos. Pero ¡cuidado!, una cosa es el manejo del caballo y el aprendizaje de destrezas, y otra la imitación de modas que nada tienen que ver con los usos y costumbres tradicionalistas en cuanto al recado y a las prendas personales.
Me despido con un fuerte apretón de manos a los camperos y a los tradicionalistas.
(Fuente: Revista “El Chasque Surero”  - 04/1996)

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