(Reflexión
hecha 1942)
Una tropilla, la
constituían y aún constituyen, un grupo de seis a treinta caballos, siempre
castrados, con su correspondiente yegua madrina, a la que se le cuelga un
cencerro. Habíalas más numerosas, pero lo común era -y es- que no pase su
número de quince animales. Estos seguían a la madrina como su sombra, que
estando convenientemente enseñada, se detenía o doblaba a la derecha o
izquierda, al simple silbido o grito de su dueño. Como medida de precaución al
entrar o salir de un pueblo, cuando se cruzaban lugares peligrosos, o se
viajaba, por montes espesos o abruptas serranías, era -y también es-, habitual
en toda la República Argentina, tomar la yegua de tiro, es decir conducirla del
diestro (con el cencerro puesto o sin él), en la seguridad que a su zaga y como
perros, vendrán los caballos a la deshilada.
(De "Equitación Gaucha")
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