Por Rafael P. Velázquez
Según la tradición que en documentos
importantísimos se conserva, figurando en primera línea los que guarda el Sr.
Eduardo Hostochy, nieto de un testigo presencial de la muerte de nuestro bardo
primitivo, éste era un hombre de regular estatura, del color acaobado de
nuestros hombres de campo, de cabellos renegridos y luenga barba, nariz
fuertemente acentuada, boca graciosa y expresiva y ojos de mirada viva y
perspicaz, en la que brillaba la chispa de la inteligencia.
Su apero, sus prendas de plata eran de
buena ley y delicado gusto.
Toda su vanidad, que asumía casi
caracteres de coquetería, estaba en su guitarra de origen andaluz, que, además
de estar siempre flamantemente encordada, lucía una verdadera gala de cintas en
la que primaban los colores de nuestra bandera.
La presencia de Santos Vega en cualquier
sitio de nuestra campaña, era, por no se sabe que arte, inmediatamente
anunciada y, momentos después de su llegada una como a modo de peregrinación
del paisanaje se veía avanzar en grupos presurosos y anhelantes, hacia el lugar
que el Orfeo pampeano había elegido para lugar de sus payadas y contrapuntos.
(Fuente: "Ensayos de Historia y Folklore Bonaerense")
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