Prof. Lázaro Seigel (1919 /
1987)
El gaucho constituye el numen que
alienta el espíritu de nuestro pueblo y el cimiento sobre el que descansa el
patrimonio ético de la argentinidad.
En el gaucho se dan todos los valores
individuales; todos los atributos que tienen por fuente el principio cristiano
e inamovible de la igualdad de los hombres ante Dios. En él se condensa la
trayectoria histórica de la nación en sus épicas hazañas y sus esperanzas de
futuro. Al generoso ofrecimiento de su sangre, pudieron nuestros abuelos
erigir, sobre bases indestructibles, la sólida organización institucional.
“La tolerancia, el mutuo respeto, la
fidelidad a la palabra o al contrato, la generosidad para el prójimo, virtudes
gauchas por excelencia”, subliman el substrato espiritual que preside nuestra
existencia social, política, económica y jurídica.
San Martín es, por antonomasia, nuestro gaucho máximo. Por algo se le
venera como el “Padre de la Patria”. Y nuestra Patria es, sustancialmente,
gaucha. Gaucha en su origen; gaucha en su proyección. San Martín sintetiza la
valoración anímica del gaucho y, por ende, la de la raza. Todo su carácter -físico
y moral-, están en él: sacrificio, abnegación, desinterés. Vencedor de la
incuria con la austeridad, del escepticismo con la fe, del peligro con la
entereza, resume todo cuanto en el gaucho y en la nacionalidad se dan como
individuo y sociedad.
De ahí que al rendir nuestro cálido
homenaje al héroe de nuestra civilidad, lo hacemos con la categórica afirmación
de que San Martín y el Gaucho son -los dos en uno-, por su desprendimiento,
heroísmo y grandeza moral, los únicos y verdaderos constructores de la Patria.
y como ellos, todos los que de una u otra manera forjaron con hidalguía gaucha,
esto que nos mueve a orgullo y regocijo: la Argentina.
(1940)
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