“De pronto oyóse un silbido prolongado y poco después hacíamos alto en la primera posta. (Ésta) ...era un rancho largo, sucio, revocado con estiércol, especie de fonda, prisión, de pulpería y de fuerte. Al lado del rancho un mangrullo que el viento cimbraba como si quisiera arrancarlo del suelo, y más allá un corral de palo a pique donde se apretaban asustadas unas cuantas yeguas y unos pocos caballo. El todo protegido por un foso enorme, lleno de agua verdosa y nauseabunda, criadero de sapos y saiguapés.
Eran dueños u ocupantes del rancho un antiguo sargento del 2° de Infantería y su mujer –madre de tres mulatillos desgreñados y harapientos, cuya misión en la vida consistía en vivir, relevándose de vigías sobre el mangrullo-.
El ex sargento tenía lo que él llamaba ‘posada para los viajeros cuando la galera no podía seguir adelante’, y despachaba además ginebra, caña, cigarrillos negros y yerba argentina de lo peor que se puede imaginar…”.
Comandante Manuel
Prado
– 1877
(a los 13 años, cadete aspirante)
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