lunes, 2 de noviembre de 2020

TROPILLA DE OVEROS ROSADOS - Una Anécdota

 De antiguo el pelo overo rosado lo codicia y lo busca el hombre que quiera engalanarse en monta que  lo torne de excepción. De ahí que algunos cabañeros de la Argentina y del Uruguay traten de obtenerlo. Las anécdotas de la vida, de su natural, pueden servir de ilustración valedera y firme. Busquemos al overo rosado en su existencia viva, fuera de la literatura, y los hallaremos tal como los descubrió y contempló el poeta: un flete nuevo y parejito; vistoso, de conformación perfecta, cuya gracia arrolladora se destaque y sea de los que a su paso recojan las miradas y las alabanzas.

Cipriano Giménez, un resero de los fondos de Tapiales, de la costa del río Matanza, era dueño de una tropilla de overos rosados. Aún se recuerda y se habla de los overos de Giménez. Eran ocho animales parejos, de buena alzada y de una mansedumbre y obediencia de ver y apreciar. Salía el resero en los días patrios, con vestimenta gaucha a lucir la tropilla del mismo pelaje, ya por San Justo, ya por Mataderos, ya por Floresta, y hasta solía llegar a Flores. La gente se hacía ojos y asombro al paso de la tropilla que el resero hacía detener y avanzar a silbos.

En una visita de Hipólito Irigoyen a la Sección Primera, en homenaje al caudillo, le salió al encuentro Cipriano Giménez… El que a los pocos años sería presidente, se prendó de la tropilla y del gallardo gaucho que la dirigía. Cipriano Giménez usaba la vestimenta tradicional; un atavío en todo su esplendor; iba sobre un overo rosado semejante a la preciosura que se pinta en el Fausto. Flete movedizo, de vivos ojos, ruidoso de coscojas y con recado llamativo y brillante por el platerío.

Se le podía aplicar un par de versos lucientes: “Le iba sonando al overo – la plata que era un primor”.

Observando al criollo tan sobriamente puesto en el caballo, se pensaba en Don Laguna y el overo, redivivos en la ciudad.

El resero hizo que los caballos se agruparan frente al entarimado donde se encontraba Hipólito Yrigoyen, éste alabó y felicitó al resero por la elección del pelo vistoso y, al alejarse la tropilla se quedó balbuciendo los versos de la primera décima del poema de Estanislao del Campo.

 Defensa de Estanislao del Campo, de Elías Carpena - 1961

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